Tras ver en el twitter montones de hashtag aburridos encontré #Epidermia, la propuesta que enviaba Sara R. Gallardo para terminar el año de una buena forma, escribiendo poesía. En seguida, me puse a mirar su blog retales de tormenta y descubrí la frase que me inspiró este poema.
Funeral por un Otoño
"Muere el otoño donde nací."
Sara R. Gallardo
Mueres, otoño,
donde nací,
bajo una mortaja
de hojas carmines,
bajo tu piel amarillenta
que los colegiales aplastan
entre sus cuadernos
como trofeos de guerra.
Tienes una lluvia tímida
que se sonroja con el roce
de los paraguas.
No me arrancarán de tus muslos
de rocío, los fórceps del hielo.
Aún conservo por placenta
tu cadáver y tu alumbre
de estorninos y de vientos.
Y aunque no me encuentren
bajo el rebozo que vistes de bruma,
permaneceré acurrucado
entre los zarzales
donde me amamantaste
con zarzamoras.
La noche
se ha despojado de la luna.
Luce desnuda
su cuerpo de luto
y reza un rosario de estrellas
que discurren entre los dedos.
El cielo porta la esquela
y el pesar de todos
los que te echamos de menos.
Los labios del invierno
se estremecen al besar
tu frente fría en el río.
Jamás ambicionaste
ser verano o primavera.
Ya no se mira al espejo
tu aliento
y de tus vísperas
solo nos queda el salvado
y los berretes negros.
Autor: Miguel Hernández Pindado
Blog de Poesía en el que deseo compartir mis poemas, así como poemas de grandes autores de todas las lenguas. Este espacio, es simplemente, un presente que deseo otorgar a todos aquellos que amen la poesía. Para vosotros, para que os sigais enamorando de este arte de efímera lectura, pero cuyo recuerdo es eterno.
martes, 31 de diciembre de 2013
sábado, 14 de diciembre de 2013
La Ira de los Mansos
"Et la neige sur Liège
pour neiger met des gants"
Jacques Brel
Al contar con los dedos
salieron sabañones
en las manos del tiempo.
El hálito que exhala la ciudad
bajo su bufanda
le empaña la piel
donde diciembre como un niño
escribe su nombre
con trazos lentos pero marcados.
Horizontes cada vez
más azules en el tacto
y el rojizo bordoneo de los huesos
en el cielo
murmullan nieve en sus amígdalas.
Sobre el hombro,
una palmada de la escarcha
hace echar la vista atrás a un otoño
que moquea sus últimos rayos de sol.
Camina él mientras se desprende
la placenta de sus venas
y con esos rayos
que le calientan la nuca
empieza a nevar sobre sus mejillas.
Se cruza con
miradas que derraman sal
pero empieza a enrojecerse.
Le sangran las palabras
los pasos
y le sangra la sal
y las manos que aprietan
un vaso roto
contra su herida.
Quizás no saben
que solo se limpia
la sangre
con agua fría,
quizás no saben
que no se puede apaciguar
la ira de los mansos.
Autor: Miguel Hernández Pindado
sábado, 30 de noviembre de 2013
Firmamento enjaulado
No logro encaramarme
a tus ojos enramados
de carrusel.
Un búho ulula
cerradas úes que en la noche
sobre tu almohada se
derraman
y abriéndose al amanecer
como crisálidas nacen
golondrinas que cuelgan sus
nidos
en tus párpados.
Sueñan migrar a tus sueños
a través de tus ventanas,
relampaguean colibríes,
se acurrucan las tórtolas,
aventa el trino de la
alondra
alegrías de tristezas en tu
mirada,
los pavos abanican tus iris
de enamorada.
Tus ojos cetreros que han
cazado mis ojos
y a mi pájaro azul han
enjaulado
entre tus vítreos huesos,
a cientos de pájaros
esparcen migajas.
El avestruz se ahonda en tu
pupila
y la argentada estela de los
cisnes
tus arboladas aguas apacigua
sedimentando mañana
gaviotas.
Trepé enredándome más y
más
y por fin alcancé tu
mirada.
Ya no era como antes.
Era vacía y oscura,
estaba muerta.
Eran cuervos que picaban
dos enormes ataúdes
dos abiertas cuencas.
Autor: Miguel Hernández Pindado.
Es posible el retoño
Noviembre nos dio una tregua:
rodillas rojizas
magulladas por otoños
aún no te ha empañado la escarcha
nunca te sedujo el invierno.
Ahí está también él
cómplice del columpio
te mece
y tú le sonríes,
le abrigas.
La boca la llevas de lana
la garganta de saxo
el alma de edén,
los años por tierra
humus indolente en la piel,
en los huesos rumor de tormenta.
Los pies de arroyo
sobre tus hombros
cae el pelo como una queja.
Con los ojos extranjeros
y las manos de cayuco
cerré el libro,
levanté la vista
quise cruzar vuestros ojos
de frontera...
Pero ya era la hora,
tenía que regresar
entre las cuatro paredes blancas
al exilio en mi isla negra.
Autor: Miguel Hernández Pindado
Me han venido a empozar
Al
pasar el dedo
por
la cencellada
de
los huesos,
recuerdo
que antes eran sal
y
que mi carne era océano.
Las
olas llegaban y se despedían
como
enormes pañuelos blancos.
Ahora
el sol me araña la sangre
y
al zozobrar contra los muros
me
van erosionando...
Los
pies se arraigan
en
las encías de la lluvia,
en
el brocal de mi boca
el
eco me hostiga la voz.
La
música, el más potente de los silencios,
es
mi único placebo.
De
aquí no salgo
y
aquí me encierro
en
esta morgue de lágrimas:
como
París en el sena
como
Javert
como
una caracola vacía
a
la que acallan a gritos su patria.
Tranquilo,
sereno
me
obliga el tiempo
a
pensar que tal vez
me
tiendan una cuerda
antes
de que desborden mis aguas.
Autor: Miguel Hernández Pindado
Rayuela
Beber
para creer que solo albergas
la
amargura de la cerveza
y
no retoña la primavera
Al
salir del bar
como
una sombra me arrastro
por
las calles mendigando
por
un pedazo del sol
las
farolas me calientan de soslayo
y
la luna se deshilvana
a
tus pies
Voy
a la pata coja saltando
de
ventana en ventana para pisar el cielo
marré
al lanzar y cayó
el
tejo a la alcantarilla
Hurgo
para recuperarlo
me
cuelo entre las rendijas
rebaño
entre mis huesos
por
si queda algo de tu carne
Me
desconcierta el rojo y el verde
de
los semáforos
a
mi que parpadeo en ámbar
Me
asustan los adarves
el
asomarme más allá de mis muros
me
atraganto con las chimeneas
que
exhalan bocanadas de desaliento
aborrezco
el guiñar macabro de los puentes
En
esta rayuela borre las líneas
mis
pasos se atropellan
pisoteo
corazones que bostezan
abandonados
en los felpudos
Una
hojarasca de esperanzas amarillas y marrones
se
arremolinan en el pecho
tratando
de remontar el vuelo
y
el caño languidece ...
En
el recodo donde te vi pasar
alzo
como los perros la pata
y
tu perfume en mis paredes hace eco
tropiezo
con los pliegues de tu falda
me
fruncen el ceño
y
yo me pierdo
Y
los pensares ya sabes como vencejos
ruedan
por el suelo en mi verde calavera
nos
robaron la fotosíntesis
y
trato de asfixiar la tristeza con los puños
el
roce de tu piel como una cerilla extraño
me
pregunto porque estrujé tu corazón
cuando
su vino es de lágrima
porque
no me estribe en tus pupilas
cuando
a medianoche maullaban,
debí
soplar tus manos de dientes de león
cuando
me abrazabas...
y
ahora que estoy abierto de par en par
¿tocarás
a mi puerta?
Autor: Miguel Hernández Pindado
Residencia en el mar
Ha abierto una bahía
el mar en mi boca
qué flojera!
Cuánta agua en mi garganta
de corola
Qué sacudida en mis
estambres!
Me mengua esta pleamar
y las entrañas se inundan
me arbola el no saber
si arriar los pulmones
o si bogar con el corazón a
dentelladas
Temo la incertidumbre de las
corrientes
me duelen los dóciles
embates de la lluvia
Uncido bajo la mortaja
azul de las olas me desplomo
como un pez a flote
con la mirada a la deriva
Quebradas las falanges del
timón
palpo a ciegas las luces del
muelle
que como un vahído me
enlutan
Naufrago de morros en la
orilla
como la pena del borracho en
la botella
Ay pero qué dura es
desamarrándonos la resaca!
Qué vaivén tan grave
tan profundo
el de los bordones de las
algas
Cómo hiela la nostálgica
canícula!
la sal pudre la eslora
y abre heridas
Todo este azul desvirga la
tristeza
en mi alma
Murmuran aullidos
las aguas que rompen en mi
costado
quiero en tu vientre de
pañuelo
plañir mis cenizas blancas
Cómo añoro
firmes
tus ojos de arena
Verdes
tus labios leteo
el brotar en tu espalda
racimos de espino
tu sonrisa de brea ...
Estarás ya allí
tras las pinceladas de la
bruma?
Volverá a templarnos la
brisa?
Ocnos
"¡Ah, tiempo,
tiempo cruel,
que para tentarnos con la
fresca rosa de hoy
destruiste la dulce rosa
del ayer!"
Luis
Cernuda
Trisan en tus ojos las
golondrinas
y tu sonrisa es la ciudad
dormitorio
de la luna.
Se han colado por el balcón
de tus huesos los ocupas,
y fuera de tu piel todo es
páramo.
De tus besos
no fue más que un
testaferro,
en tu pelo solo otro caduco
otoño.
Oprime fuerte su pecho,
su prófugo corazón que
quiere volver
volver a tus brazos
y así arrullar sus latidos
ser en tu voz un atlas.
Algunas noches lo deja salir
juegan al escondite
perdiéndose, hallándose.
No avanza su corazón más
allá de su cadena
y ladra sus plegarias para
encontrarte.
Pero no sabe quién eres,
ni si estás ya en alguna parte.
En el tiritar de sus pasos
se oye que no han amainado
los reojos
ni los índices que le
señalan
ni las risas que entre
dientes lo roen.
No acalla el vuelo de los
vencejos
se desorienta la sonería de
su corazón
sólo le queda renegar de
los sentidos...
Aljez en la piel lo mantiene
indiferente,
con ese olor a sueños
marchitos
que se impregna en la ropa
con la vergüenza
columpiándose
en los párpados,
con ese vino de lamento
sonrojando las mejillas
Por doscientas cincuenta
pesetas
la residencia en la tierra
en sus manos
mordisqueada como una barra
de pan
de camino a casa.
Y al llegar hambriento
Bajo el alféizar rompen las
olas.
Y los vientos del sur
le susurran
que vuelva,
que se eche a la mar.
Autor: Miguel Hernández Pindado
La Marquesina Azul
Al encontrarte allí
en la marquesina azul
bajo mi párpado,
vi tus ojos y no eran,
amada, esos ojos negros
que arden y envuelven
mis ojos en una lumbre de incienso.
No, así no era como yo los recuerdo.
Y tus labios sentí sentados
sobre los míos
en aquella marquesina azul.
No eran aquel arrecife
donde brotaban sobre
los difuntos nuevos besos
de coral.
Tus manos, que colgaron
nidos en mis manos,
hace tiempo ya que migraron,
y de tu corazón que arrebola
al alba mi corazón
no queda más que el crepúsculo.
Ahora aquí permanezco:
ojos, labios, manos
y corazón
frente al cristal,
alejándome de la marquesina azul,
de aquella marquesina azul
donde tú ahora te quedas,
donde tú ahora regalas
a otros ojos tus ojos de incienso,
a otros labios tus besos de coral
y en otras manos anidan tus
golondrinas.
Yo mientras tanto,
en este funámbulo ómnibus
que se balancea sobre el asfalto,
celoso al descubrir
que sí que había alguien
después de mí,
que no solo la corriente
hacía volar tu falda azul.
Hurgué en el bolsillo
de mi bluyín,
no llegando a alcanzar más
que el billete agujereado
por el que se nos exilió
la juventud.
Autor: Miguel Hernández Pindado
martes, 25 de junio de 2013
Preludio a la siesta de un alma
El Sol naufragó
en sus senos,
sus labios de limo
se besan en simbiosis
con las resacas.
Navego como el plomo
por sus ojos acantilados,
escarban los niños
sus piernas de arena
preguntándose si habrá
un fin, descubren
su vientre de caracola.
Varado,
todo su cuerpo es midriasis,
noche y día es midriasis.
Espera que el estro de las mareas
se haga a la mar
y traiga al ermitaño
que al carenarla
ausculte en la espiral
los orgasmos de las olas.
Autor: Miguel Hernández Pindado
martes, 18 de junio de 2013
Blitzkrieg
Respira el aire
estertores de balas,
risas de hienas macabras
que con sus fuertes mandíbulas
desgarran mi lomo.
Y allí yacidos inertes
en el barro junto al fusil
moldea los cuerpos
un dios que ha vuelto
a sentarse en el torno.
Desde la trinchera se ve
un frente de tanques
que se acercan atronadores,
elefantes de Aníbal.
Minas, morteros abren
fosas en las vísceras
de la tierra y nos tragan
vomitando sangre y humo.
Bajo ese humo se arrastra mi fusil.
Entre la alambrada de espinos,
a camaradas y a enemigos dispara
hasta que algo lo detiene.
Intenta zafarse pero
más se enreda.
Prenda a prenda me desgarra,
soy jirones,
bala a bala me vacía
soy casquillos.
Allí nos encontramos
yo y aquel pusilánime fusil
rehenes entre mis manos
que juguetearon por el filo
de la guadaña y al apretar el gatillo
se cortaron.
Autor: Miguel Hernández Pindado
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