martes, 31 de diciembre de 2013

Funeral por un Otoño

Tras ver en el twitter montones de hashtag aburridos encontré #Epidermia, la propuesta que enviaba Sara R. Gallardo para terminar el año de una buena forma, escribiendo poesía. En seguida, me puse a mirar su blog retales de tormenta y descubrí la frase que me inspiró este poema.


Funeral por un Otoño


"Muere el otoño donde nací."
              Sara R. Gallardo



Mueres, otoño,
donde nací,
bajo una mortaja
de hojas carmines,
bajo tu piel amarillenta
que los colegiales aplastan
entre sus cuadernos
como trofeos de guerra.

Tienes una lluvia tímida
que se sonroja con el roce
de los paraguas.

No me arrancarán de tus muslos
de rocío, los fórceps del hielo.
Aún conservo por placenta
tu cadáver y tu alumbre
de estorninos y de vientos.
Y aunque no me encuentren
bajo el rebozo que vistes de bruma,
permaneceré acurrucado
entre los zarzales
donde me amamantaste
con zarzamoras.

La noche
se ha despojado de la luna.
Luce desnuda
su cuerpo de luto
y  reza un rosario de estrellas
que discurren entre los dedos.

El cielo porta la esquela
y el pesar de todos
los que te echamos de menos.
Los labios del invierno
se estremecen al besar
tu frente fría en el río.

Jamás ambicionaste
ser verano o primavera.

Ya no se mira al espejo
tu aliento
y de tus vísperas
solo nos queda el salvado
y los berretes negros.


Autor: Miguel Hernández Pindado

sábado, 14 de diciembre de 2013

La Ira de los Mansos


     "Et la neige sur Liège 
      pour neiger met des gants"
                                         Jacques Brel


Al contar con los dedos
salieron sabañones
en las manos del tiempo.
El hálito que exhala la ciudad
bajo su bufanda
le empaña la piel
donde diciembre como un niño
escribe su nombre
con trazos lentos pero marcados.

Horizontes cada vez
más azules en el tacto
y el rojizo bordoneo de los huesos
en el cielo 
murmullan nieve en sus amígdalas.

Sobre el hombro,
una palmada de la escarcha
hace echar la vista atrás a un otoño
que moquea sus últimos rayos de sol.

Camina él mientras se desprende
la placenta de sus venas
y con esos rayos 
que le calientan la nuca
empieza a nevar sobre sus mejillas.

Se cruza con
miradas que derraman sal 
pero empieza a enrojecerse.
Le sangran las palabras
los pasos
y le sangra la sal 
y las manos que aprietan 
un vaso roto
contra su herida.

Quizás no saben 
que solo se limpia
la sangre
con agua fría,
quizás no saben
que no se puede apaciguar
la ira de los mansos.

Autor: Miguel Hernández Pindado