domingo, 2 de diciembre de 2012

Barkarole







Sola, estaba tan trémula y sola
en la ribera del Leteo olvidada,
mas el destino su agua ante mí helaba
como aquellos bóreas abrasaban mi corola.

Ah la savia ingrávida me consume e inmola.
Descienden, Perséfone, por tu vestido que argentaba,
tus manos, manos marmóreas y aterciopeladas.
Posándose melindrosas, sobre mis pétalos de Barkarola,

han de ser el cáliz que viene a endulzar mi fin,
y rociando esas lágrimas, lágrimas o nepentes,
me liberas,¡Oh, tú, prisionera!, del sempiterno Spleen.

Pozo de abismo donde se hallaba en hipnosis,
se ahogaba, sin embargo, despertó de repente
mi alma, abrazada, a su metempsicosis.



                                                                     Autor: Miguel Hernández Pindado

Martinets Coléreux






Van y vienen, vuelven y se van

desde hace algún tiempo

las aves en la ciudad.

Se marchan y regresan


en bulevares descritos por el viento.

Alrededor de las almenas

bailan valses estas parejas

con sus vestidos cenicientos.


Semejantes a las gotas,

unas detrás y otras delante

surcan el cristal de mi ventana.

Se desvanecen y renacen semejantes.


Van y vienen, vuelven y se van

las aves en la ciudad.

Carente de ruido mas no de furia,

sobrevuela la muralla este enjambre infernal.


Forman un caos hiriente

estos acróbatas en los cielos.

Trapecistas en un equilibrio

que permanece a menudo ausente.


En un equilibrio que quizás haya muerto

se tambalean, producen vértigo,

tropiezan y caen en el olvido

pero algún día a la cuerda habrán vuelto.


Unas están realmente tan cerca,

otras parecen estar tan lejos...

Unas pocas suben, la mayoría bajan

por las indefensas torres, estas furtivas armas.


Son cientas de miles

y de miles son cientas

las que ataco y no se inmutan.

A las que mis gritos no ahuyentan.


Blandiendo sus afiladas espadas

inician una guerra muy desigual.

Un soliloquio de estocadas

me atraviesan como sus alas el viento.


No hay lugar por el que camine

sin sentirme un extraño,

no hay ya en Ávila un arco

que al menos una no escudriñe.


Los vencejos de ayer

ahora son gárgolas de piedra

que petrifican tus adentros

que siempre vuelan por tu cabeza.


Sus sombras como cascadas

sobre las plazas y avenidas se verten.

Las inundan, trato de huir y huyo,

pero no ya no existe refugio.


Entre la vida y la muerte

colgado en ese punto de inflexión

que clava mis manos en una cruz vieja

a la luz oxidada de un farol,


oigo envejecer los segundos.

Poco a poco, muy despacio,

nacen con un tic

en un tac se deshacen.


Un aquelarre de buitres

enredan el cielo entre mis cabellos.

Coronan enzarzados en mi frente

ensangrentándola de sufrimiento.


Ensangretándola de ese sufrimiento

que mañana se habrá desangrado

y que coagulado envolverá mi cuerpo.

Entonces los carroñeros harán el resto...


Entre la vida y la muerte,

colgados en ese punto de inflexión

esperan también esos segundos conmigo

a que se pare el reloj.



                                                  Autor: Miguel Hernández Pindado

sábado, 1 de diciembre de 2012

La Fée Verte (El Hada Verde)








Dentro, acurrucado y envuelto en sudor,

escucho esos nudillos de ayer,

los golpes de hoy ya me golpean.

Imagino no imaginarlos mañana,


respiro entrecortadamente, mi corazón late quedo, y yo,

inmóvil, me hallo ajeno a cualquier movimiento.

Un delirio ebrio emborracha mi sobriedad

mientras el repicar que llama a mi puerta me conmueve.


Tengo aún esos pensamientos a flor de piel,

resiste su profundo y colorido olor que me lobotomiza, y

es que sobre mí los depositó para siempre la pálida

mano que toca, toca, toca, toca...


Entonces surgió un hada verde. En la noche nos besamos,

nos fundimos haciendo el amor, ¡tan ardientes!, como bajo el fuego

se funden en la madrugada el olvido y la locura, el azúcar y la absenta.


                                                                         
                                                            Autor: Miguel Hernández Pindado

El Secreto de Allan












Emprendió aquel viaje en esa estación

a mitad de camino entre la primavera y el otoño.

Cuando llegó a aquel nuevo país,

era un día lluvioso. Se apresuró

a refugiarse lejos del cielo encapotado


recorriendo las calles pobladas de paraguas.

Rebuscó en su bolsillo aquel papel

arrancado del periódico del sábado

en el que había anotado la dirección,

pero la lluvia borró cualquier rastro de tinta


del pedazo de hoja y discurrió

aquel cian por las líneas de su mano

leyendo un futuro que no esperaba él.

Perdido, se acercó a lo que a primera vista

parecía ser una casa del siglo diecinueve.


Llamó insistentemente con su puño,

y como era robusto y la madera vieja,

tras un fuerte chirrido cedieron las visagras.

Era una habitación pequeña, lóbrega y algo tétrica.

Repleta de manuscritos con ensayos y poemas


por el suelo y libros de todas las ciencias

en los estantes que rodeaban el cuarto.

Al fondo una ventana entreabierta,

un cuerpo yacido en un rincón de la estancia

y por única decoración, una figura de una diosa mitológica.


El hombre se acercó al hombre,

acercó su mano cálida a su frío pecho

y no sintió su pulso ya apenas.

A veces, tan cerca es tan lejos...

Cogió un poema y omitiendo del autor el nombre
(En voz alta leyó):


El día se quebraba, brumario moría

con sigilo y semejante al vaivén

de las hojas mecidas por el viento

que enivrées8 voltean en espiral

amontonándose sobre los cimientos


cual borrachos, en la plaza de Pigalle9.

Esos pensares, divagaciones mías

que habían aguardado en el andén

del olvido, regresaban al presente

y arrastraron su único bagaje, ¿A la muerte?.


Despierta, despierta, susurraban

y entonces abrí los ojos; mas

aturdido, no veía nada.

Me sentía raro, me extrañaba

¿Pero qué era aquello sino era nada?.


Se expandía y yo me plegaba,

se plegaba y yo me expandía.

Palpando a tientas la oscuridad,

oyendo al frío llegando con su flotar,

vi a la tristeza mirándome a los ojos.


Ellos se trataban de evadir

hacia cualquier sentido o dirección,

pero la tristeza es una mujer

superlativamente caprichosa

un niño de célebre crueldad impía,


quien saltando desde su columpio

aterrizaba en la arena, se zambullía.

Su pala cavaba aquel compás funerario,

grano a grano se desgranaba la fosa

probando yo la granada, su amargo caer.


Aquel sabor, su elixir, destilado en plutón10

gota a gota se evaporaba junto a mí

junto a él me evaporaba, gota a gota...

mil partes yo era y a la par ninguna,

que allí en el patíbulo morirían y nada más.


Mas de repente, alguien me ancló un punzón,

un punzón y otro, mis piernas ahora desgarraban

aquel abismo, aquel lugar, aquella atmósfera rota,

las tribus de blancas lanzas y negras plumas

iban por mi cuerpo proliferando y yo volaba. ¿Y nada más?


¿Eres tú dios? ¿Es una artimaña tuya, satanás?

¿Quién está de mí? ¿Quién se burla aquí?

¿Qué... Qué sig- significa esta sublimación inversa?

Entonces, el eco sordo de unos graznidos,

el eco sordo de unos graznidos. Silencio.


Aterrado ante un espectáculo semejante,

semejante pregunta a las anteriores proferí.

¡No! ¡No! ¡Despierta, despierta! pensé.

Y a continuación, abrí los ojos mas nada cambió.

El graznido era graznido, pero yo no era yo.


Obstinadamente, absorto en muchas cábalas,

forzaba las esposas que me hacían preso

sin más éxito que el frecuente fracaso.

Así que decidí atisbar este nuevo horizonte.

Cuervo en un mundo de buitres, cisnes y águilas,


tras horas y horas vagando por el vacío,

desesperado, hambriento, famélico,

cansado, fatigado y hasta exhausto,

llegué a un palacio de dimensiones inmensas

con bohémicas vidrieras, con marmóreas


bóvedas. Jambas de oro para las puertas

y en sus largos pasillos colgaban cuadros,

tapices españoles, Dalíes y Picassos.

Siete salones dispuestos cual laberinto,

siete tronos perfectos pero distintos.


El bullicio entonces se armó en el séptimo

salón, donde al entrar me recorrieron escalofríos,

donde entorno a un perro como el de Fausto 11

cientos de engendros infames y caídos

festejaban su venida, entonando alabanzas.


Al finalizar aquella extraña celebración,

el perro pequeño y menudo me acarició,

me ladró y no me importa que no me crean,

pero le entendí cada uno de sus ladridos

como si palabras o sílabas el animal dijese.


Me habló acerca del origen del universo,

de cómo lucharon él y su adversario en el ejercito,

me habló de cómo murieron sin haber existido,

de cómo en nosotros nacieron y cómo hemos nacido.

El mal no soy yo, no existo, el bien no es él, no es cierto.

(me dijo)


Vosotros lo engendrasteis, lo paristeis, es vuestro hijo.

Vosotros lo cuidasteis, lo amamantasteis, ha crecido.

Lo vestisteis, lo mimasteis y educasteis, y es perverso.

Está destruyendo el mundo con muerte y con odio,

y solo el bien y el amor pueden salvarlo.


Ay, mas ese amor mi amigo, ¿Dónde mana?.

Muchos son los predicadores del bien,

escasos los practicantes, pues estos primeros

practican el egoísmo, el poder y la avaricia.

El mundo es injusto no busques justicia, no es necesario.


El perro se marchó y medité cabizbajo

cual sería mi misión, el porqué ahora era un ave.

Sin embargo, por más que quise no pude meditar,

por más que medité no pude querer,

pues mi vida es un castigo, una condena.


Siembro por siempre y para toda la eternidad

a cada segundo, a cada momento

las flores que van brotando, las flores del mal.


Y a quién me oiga, y a quién me quiera escuchar,

le digo que sueño y no dejaré de soñar, con reposar mis alas

tenuemente y para siempre sobre el busto de Palas 12.


Y Nada más.

                                              
                                                          Autor: Miguel Hernández Pindado



    1. Enivrées – Adjetivo que en francés significa embriagadas.
    2. Pigalle – Plaza parisina en el barrio de Montmartre
    3. Plutón – Infierno según la mitología romana.


                                                                      

martes, 11 de septiembre de 2012

La Tombe dit à la Rose


La tombe dit à la rose :
- Des pleurs dont l'aube t'arrose
Que fais-tu, fleur des amours ?
La rose dit à la tombe :
- Que fais-tu de ce qui tombe
Dans ton gouffre ouvert toujours ?
La rose dit : - Tombeau sombre,
De ces pleurs je fais dans l'ombre
Un parfum d'ambre et de miel.
La tombe dit : - Fleur plaintive,
De chaque âme qui m'arrive
Je fais un ange du ciel !
                                                 Autor: Victor Hugo


Adaptación al español por:  Jácinto Gutiérrez Coll

A la Rosa galana
dijo la Tumba un día:
- ¿Qué haces tú con las lágrimas que cría
en tu seno de virgen la mañana?-
Con voz que era una cántiga armoniosa,
y agitando su pétalo entreabierto,
le replicó la Rosa:
-¿Dó va el despojo yerto
que en tu abismo recibes siempre abierto?
-Oye ¡oh Tumba! yo hago
miel y perfumes en el seno mío,
con que á las auras sus caricias pago.-
Y la Tumba exclamó : ¡Flor generosa!
yo soy almo consuelo;
yo hago del cuerpo que cayó en mi fosa
el ángel puro, habitador del cielo.-

sábado, 4 de agosto de 2012

Oda a la poesía




Lluvia que sacia
a los ríos la sed.
Oxígeno que respira
el fuego para arder.

Impide a la noche
sentir vértigo al caer,
a los sauces
enjuga las lágrimas.

Marea que en las madrugadas
tiende la mano al labrador,
ofreciéndole la grana
que él sembró con su sudor.

Eres tú, poesía,
eres tú, poeta,es tu voz.
Arte de efímera lectura
lectura de recuerdo eterno.

Abeja que liba néctar
de hasta la flor más amarga.
Primavera que florece
aquellas heladas y marchitas.

Dama blanca vestida de harapos,
reina de la calle y no de palacios.
Vagabunda de nuestras venas y arterias,
heroína de nuestras penas y miserias.

Sol que despierta al amanecer las almas,
que tiñeron de sangre el púrpura atardecer
y sobre sus frías lápidas, libros de cementerio,
graba con sus rayos epitafios en verso.

Eres tú, poesía,
Eres tú, poeta, es tu voz
arte de efímera lectura
lectura de recuerdo eterno.



                                                               Autor: Miguel Hernández Pindado

domingo, 1 de julio de 2012

Asteroide B 612




"Nada mejor que el sueño para engendrar el porvenir.
 La utopía de hoy es carne y hueso mañana."
                                                     
                                                         Victor Hugo



El estado de ánimo
es como una estrella.
Tan pronto está brillando

como tan pronto se funde
dejándonos sólo contemplar
la azul noche azul.

O tal vez esta estrella
sin avisar se convierte
en una enorme supernova.

Y es que somos estrellas,
cuando más brillamos
no queremos compartir

la luz que ese día tenemos.
Queremos brillar sólas,
queremos ser planetas.

Pero, ¿a quién pretendemos engañar?.
No somos el sol de aquí, ni el de allá,
somos sólo estrellas.

Soñamos con dibujar
carreteras que nos conduzcan
hacia esa utopía.

Esa única utopía de hoy
que no será carne y hueso mañana,
sino cenizas.

Esa utopía, la felicidad...
tan cercana en el sueño,
casi palpable en la imaginación

pero realmente a tantos años luz,
en la estrella polar,
que cuando queramos allí llegar...

ya solo será polvo,
solo será ceniza
y ya, ni se podrá soñar.

Ah... cuando el hilo de luz
en nuestros ojos se apaga
soñamos con en el cielo tejer

líneas imaginarias,
jeroglíficos estelares,
constelaciones.

Podríamos desde entonces
respirar del aire de
las otras estrellas,

espirar la oscuridad.
Pero lo cierto es
que la mayoría de nosotras

moriremos con lo único que nacimos.
La soledad.
Ah, pero soñemos estrellas,

sentémonos a esperar que pase
alguna persona fugaz
y pidamos un deseo.

Porque ya sólo nos queda soñar,
soñemos estrellas,
soñemos.

Vendrá el momento
en el que no volvamos
a sentir nuestro propio calor.

Ese momento que a todos llega.
Parpadearemos, nuestro pábilo se quemará,
y nada ni nadie logrará resucitar su llama.

Para el marinero, no obstante,
nuestro brillo del pasado será su faro,
para el caminante indicará el norte,

para el soñador seremos su sueño.
Ah... porque somos sólo estrellas, soñemos
que siempre habrá alguien para quien nunca,
                                 moriremos]


                                                                    Autor : Miguel Hernández Pindado
               

lunes, 25 de junio de 2012

Soledades




Ellos tienen razón
esa felicidad
al menos con mayúscula
no existe
ah pero si existiera con minúscula
seria semejante a nuestra breve
presoledad

después de la alegría viene la soledad
después de la plenitud viene la soledad
después del amor viene la soledad

ya se que es una pobre deformación
pero lo cierto es que en ese durable minuto
uno se siente
solo en el mundo

sin asideros
sin pretextos
sin abrazos
sin rencores
sin las cosas que unen o separan
y en es sola manera de estar solo
ni siquiera uno se apiada de uno mismo

los datos objetivos son como sigue

hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos
una frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos

claro que la soledad no viene sola

si se mira por sobre el hombro mustio
de nuestras soledades
se vera un largo y compacto imposible
un sencillo respeto por terceros o cuartos
ese percance de ser buenagente

después de la alegría
después de la plenitud
después del amor
viene la soledad

conforme
pero
que vendrá después
de la soledad

a veces no me siento
tan solo
si imagino
mejor dicho si se
que mas allá de mi soledad
y de la tuya
otra vez estas vos
aunque sea preguntándote a solas
que vendrá después
de la soledad.


                                            Autor: Mario Benedetti








miércoles, 30 de mayo de 2012

Ma Liberté



Mi libertad, ¿quién encerró mi libertad?.
Mi libertad, arrodillada suplica la libertad.
Mi libertad, es libre de elegir su cárcel.
Mi libertad, desea abandonar los muros, la ciudad...

Mi libertad, mi dueña, mi esclava y mi enemiga.
Mi libertad, las venas y el suicida.
Mi libertad es el lienzo, es mi libertad el óleo.
Mi libertad es lo que yo más amo y tanto odio.

Soy la llave que libera sus grilletes,
mas soy yo esos grilletes y su preso también.
Soy el arco que conmueve el alma de su violín.
Una parte de mí muere y es su principio,
y sin embargo si ella muere, sería mi fín.

Tiemblan sus manos, va tiritando cada eslabón
repicando un slalom sobre la gran muralla.
En ella hay dos heliotropos girando hacia y a mi corazón,
quien bombea libertad a mis pies para que me vaya.
Y es que a mi libertad no puedo decirle no.




Autor: Miguel Hernández Pindado.
                                                             

                                                               

viernes, 4 de mayo de 2012

Tango Mortale




Orden, como desde arriba: el cuerpo que huye el cuerpo,
estirado, está en fuga,
así es como esto nos arrebata.

Ningún abismo, pero una vastedad a la que,
como si hubiera espejos alrededor,
lanzamos miradas que se pierden.

Y luego, ordenado: volver hacia dentro.
Nos movemos en el sitio, en lo más interior del sitio
y seguimos el compás.

Caídas contadas, las casi-caídas,
los pasos que siguen, vacilan, retrasan,
arrastran, posponen el fin.

¡No muere, no muere! Este yo de dos,
en tanto que el tango, el tango mortale
siga una forma de paso.

Con lo que queda de aliento en la fiesta sin nadie.
Los dos se celebran, y al final, no obstante,
esperan aplausos.

El dolor es sólo máscara. En disfraz nos deslizamos
en pista sin límite, pisándole a la muerte los talones
y a nosotros también.



Versión de Eustaquio Barjau


                                                Autor: Günter Grass

lunes, 30 de abril de 2012

Esperpento


Atusa su bigote
silba y se divierte
el altanero monigote.
Tras él mil por mil ratas.

Al reventar las puertas,
puertas que han sido forzadas
de aquello que algunos
llaman algo así como cloacas,

alzan alegres sus patas,
entusiastas corretean
por las anegadas aceras
que rezuman hedores.

Pero ojalá solo fuesen las ratas,
ojalá tan solo ellas pestilentes,
llenasen de ideas nuestros cuerpos,
invadiesen de bubones nuestras mentes.

Si tan solo ellas fuesen,
si tan solo ellas fueran.
Si nadie a las ratas siguiese
si las moscas no existieran...

Malditas moscas inmundas
que se apelotonan en el aire
y lo infectan.Y nos infectamos al respirar
lo que relamen entre sus dedos, su alimento.

Comen, comen, nunca de comer cesan
frotándose las manos con esos excrementos,
Esos restos orgánicos, propaganda de derechas
que por la boca las ratas chirrían, dejándolas satisfechas.

Atusa su bigote
silba y se divierte
el altanero monigote.
Tras él mil por mil animalejos

montan andamios en la superficie.
Ratas, moscas y esperpentos
quieren en su cueva encerrarnos
se sienten poderosos,alegres,contentos...

Y en este chancro,
en esta supurada herida
que algunos llaman sociedad
arañan,hurgan, profundizan.

Mientras, nosotros sufrimos.
Somos la carne, somos las víctimas.
Rasquémonos todos, que somos la herida
y haremos que sangre y ahogue, a los homicidas.

                                            
                                                     Autor: Miguel Hernández Pindado.

martes, 24 de abril de 2012

RhRM




Recuerda aquel olor a mar y alcohol,
aquella arena fundiéndose en cada pisada,
la larga frontera que juntos cruzamos y aquel sol.
La distancia pequeña que hoy nos separa.

Aún escuecen las quemaduras,
nos sabe a sal el mes de abril,
sigo divisando el mar a estas alturas,
y no lo logro del cielo distinguir.

Aguas caribeñas, firmamento universal,
puzzle de una pieza, infinita infinidad.
Continente lejano, paraíso de ron y de cristal,
resacas que arrastran hasta las orillas de mi memoria

aquella balsa, balsa que vagaba por la otra mar.
Esa balsa formada, por ramas de recuerdos,
por ramas que brotaron del árbol de la amistad en el pecho.
Y varias flores florecieron.

Y amigos las llamé, las llamé compañeros.
mas si como niñas con las rodillas laceradas
os preguntáis sí o no en el jardín, tan solo
me queda este verso para deciros que sí, que os quiero.

                                                           Autor: Miguel Hernández Pindado.

lunes, 9 de abril de 2012

Érase un Albatros.



Érase un Albatros

                                       

                                       "Que hablen de uno es espantoso.
                                        Pero hay algo peor: que no hablen."
                                                                    Oscar Wilde







Vivan y perduren las raíces
que de tus poemas brotaron,
y nos alimenten a nosotros,
aves marinas, albatros.

Que nuestros pies sean tus manos,
nuestras alas empujadas por tu viento.
La tierra, el cielo y la mar un palimpsesto
donde se grabaron y se grabarán los sentimientos.

Tu nous manques, çà et là.
Nous qui devons prostituer l'amour
soignerons nos peines, nos blessures
avec les fleurs du mal, dans Montparnasse.

                                          Autor: Miguel Hernández Pindado
                                   

domingo, 11 de marzo de 2012

Quien no ama, no vive.

Oh ! qui que vous soyez, jeune ou vieux, riche ou sage,
Si jamais vous n'avez épié le passage,
Le soir, d'un pas léger, d'un pas mélodieux,
D'un voile blanc qui glisse et fuit dans les ténèbres,
Et, comme un météore au sein des nuits funèbres,
Vous laisse dans le coeur un sillon radieux ;

Si vous ne connaissez que pour l'entendre dire
Au poète amoureux qui chante et qui soupire,
Ce suprême bonheur qui fait nos jours dorés,
De posséder un coeur sans réserve et sans voiles,
De n'avoir pour flambeaux, de n'avoir pour étoiles,
De n'avoir pour soleils que deux yeux adorés ;

Si vous n'avez jamais attendu, morne et sombre,
Sous les vitres d'un bal qui rayonne dans l'ombre,
L'heure où pour le départ les portes s'ouvriront,
Pour voir votre beauté, comme un éclair qui brille,
Rose avec des yeux bleus et toute jeune fille,
Passer dans la lumière avec des fleurs au front ;

Si vous n'avez jamais senti la frénésie
De voir la main qu'on veut par d'autres mains choisie,
De voir le coeur aimé battre sur d'autres coeurs ;
Si vous n'avez jamais vu d'un oeil de colère
La valse impure, au vol lascif et circulaire,
Effeuiller en courant les femmes et les fleurs ;

Si jamais vous n'avez descendu les collines,
Le coeur tout débordant d'émotions divines ;
Si jamais vous n'avez le soir, sous les tilleuls,
Tandis qu'au ciel luisaient des étoiles sans nombre,
Aspiré, couple heureux, la volupté de l'ombre,
Cachés, et vous parlant tout bas, quoique tout seuls ;

Si jamais une main n'a fait trembler la vôtre ;
Si jamais ce seul mot qu'on dit l'un après l'autre,
JE T'AIME ! n'a rempli votre âme tout un jour ;
Si jamais vous n'avez pris en pitié les trônes
En songeant qu'on cherchait les sceptres, les couronnes,
Et la gloire, et l'empire, et qu'on avait l'amour !

La nuit, quand la veilleuse agonise dans l'urne,
Quand Paris, enfoui sous la brume nocturne
Avec la tour saxonne et l'église des Goths,
Laisse sans les compter passer les heures noires
Qui, douze fois, semant les rêves illusoires,
S'envolent des clochers par groupes inégaux ;

Si jamais vous n'avez, à l'heure où tout sommeille,
Tandis qu'elle dormait, oublieuse et vermeille,
Pleuré comme un enfant à force de souffrir,
Crié cent fois son nom du soir jusqu'à l'aurore,
Et cru qu'elle viendrait en l'appelant encore,
Et maudit votre mère, et désiré mourir ;

Si jamais vous n'avez senti que d'une femme
Le regard dans votre âme allumait une autre âme,
Que vous étiez charmé, qu'un ciel s'était ouvert,
Et que pour cette enfant, qui de vos pleurs se joue,
Il vous serait bien doux d'expirer sur la roue ;
Vous n'avez point aimé, vous n'avez point souffert !


                                                                                     Autor: Victor Hugo