Dentro, acurrucado y
envuelto en sudor,
escucho esos
nudillos de ayer,
los golpes de hoy ya
me golpean.
Imagino no
imaginarlos mañana,
respiro
entrecortadamente, mi corazón late quedo, y yo,
inmóvil, me hallo
ajeno a cualquier movimiento.
Un delirio ebrio
emborracha mi sobriedad
mientras el repicar
que llama a mi puerta me conmueve.
Tengo aún esos
pensamientos a flor de piel,
resiste su profundo
y colorido olor que me lobotomiza, y
es que sobre mí los
depositó para siempre la pálida
mano que toca, toca,
toca, toca...
Entonces surgió un
hada verde. En la noche nos besamos,
nos fundimos
haciendo el amor, ¡tan ardientes!, como bajo el fuego
se funden en la madrugada el olvido y
la locura, el azúcar y la absenta.
Autor: Miguel Hernández Pindado
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