Noviembre nos dio una tregua:
rodillas rojizas
magulladas por otoños
aún no te ha empañado la escarcha
nunca te sedujo el invierno.
Ahí está también él
cómplice del columpio
te mece
y tú le sonríes,
le abrigas.
La boca la llevas de lana
la garganta de saxo
el alma de edén,
los años por tierra
humus indolente en la piel,
en los huesos rumor de tormenta.
Los pies de arroyo
sobre tus hombros
cae el pelo como una queja.
Con los ojos extranjeros
y las manos de cayuco
cerré el libro,
levanté la vista
quise cruzar vuestros ojos
de frontera...
Pero ya era la hora,
tenía que regresar
entre las cuatro paredes blancas
al exilio en mi isla negra.
Autor: Miguel Hernández Pindado
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