"¡Ah, tiempo,
tiempo cruel,
que para tentarnos con la
fresca rosa de hoy
destruiste la dulce rosa
del ayer!"
Luis
Cernuda
Trisan en tus ojos las
golondrinas
y tu sonrisa es la ciudad
dormitorio
de la luna.
Se han colado por el balcón
de tus huesos los ocupas,
y fuera de tu piel todo es
páramo.
De tus besos
no fue más que un
testaferro,
en tu pelo solo otro caduco
otoño.
Oprime fuerte su pecho,
su prófugo corazón que
quiere volver
volver a tus brazos
y así arrullar sus latidos
ser en tu voz un atlas.
Algunas noches lo deja salir
juegan al escondite
perdiéndose, hallándose.
No avanza su corazón más
allá de su cadena
y ladra sus plegarias para
encontrarte.
Pero no sabe quién eres,
ni si estás ya en alguna parte.
En el tiritar de sus pasos
se oye que no han amainado
los reojos
ni los índices que le
señalan
ni las risas que entre
dientes lo roen.
No acalla el vuelo de los
vencejos
se desorienta la sonería de
su corazón
sólo le queda renegar de
los sentidos...
Aljez en la piel lo mantiene
indiferente,
con ese olor a sueños
marchitos
que se impregna en la ropa
con la vergüenza
columpiándose
en los párpados,
con ese vino de lamento
sonrojando las mejillas
Por doscientas cincuenta
pesetas
la residencia en la tierra
en sus manos
mordisqueada como una barra
de pan
de camino a casa.
Y al llegar hambriento
Bajo el alféizar rompen las
olas.
Y los vientos del sur
le susurran
que vuelva,
que se eche a la mar.
Autor: Miguel Hernández Pindado
No hay comentarios:
Publicar un comentario