sábado, 30 de noviembre de 2013

Ocnos




"¡Ah, tiempo, tiempo cruel,

que para tentarnos con la fresca rosa de hoy

destruiste la dulce rosa del ayer!"

                         Luis Cernuda










Trisan en tus ojos las golondrinas

y tu sonrisa es la ciudad dormitorio

de la luna.

Se han colado por el balcón

de tus huesos los ocupas,

y fuera de tu piel todo es páramo.




De tus besos

no fue más que un testaferro,

en tu pelo solo otro caduco otoño.

Oprime fuerte su pecho,

su prófugo corazón que quiere volver

volver a tus brazos

y así arrullar sus latidos

ser en tu voz un atlas.




Algunas noches lo deja salir

juegan al escondite

perdiéndose, hallándose.

No avanza su corazón más allá de su cadena

y ladra sus plegarias para encontrarte.

Pero no sabe quién eres,

ni si estás ya en alguna parte.




En el tiritar de sus pasos

se oye que no han amainado los reojos

ni los índices que le señalan

ni las risas que entre dientes lo roen.

No acalla el vuelo de los vencejos

se desorienta la sonería de su corazón

sólo le queda renegar de los sentidos...





Aljez en la piel lo mantiene indiferente,

con ese olor a sueños marchitos

que se impregna en la ropa

con la vergüenza columpiándose

en los párpados,

con ese vino de lamento

sonrojando las mejillas

Por doscientas cincuenta pesetas

la residencia en la tierra en sus manos

mordisqueada como una barra de pan

de camino a casa.




Y al llegar hambriento

Bajo el alféizar rompen las olas.

Y los vientos del sur

le susurran

que vuelva,

que se eche a la mar.






Autor: Miguel Hernández Pindado


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