sábado, 30 de noviembre de 2013

La Marquesina Azul

Al encontrarte allí
en la marquesina azul
bajo mi párpado,
vi tus ojos y no eran,
amada, esos ojos negros
que arden y envuelven
mis ojos en una lumbre de incienso.
No, así no era como yo los recuerdo.

Y tus labios sentí sentados
sobre los míos
en aquella marquesina azul.
No eran aquel arrecife
donde brotaban sobre
los difuntos nuevos besos
de coral.

Tus manos, que colgaron
nidos en mis manos,
hace tiempo ya que migraron,
y de tu corazón que arrebola
al alba mi corazón
no queda más que el crepúsculo.

Ahora aquí permanezco:
ojos, labios, manos
y corazón
frente al cristal,
alejándome de la marquesina azul,
de aquella marquesina azul
donde tú ahora te quedas,

donde tú ahora regalas
a otros ojos tus ojos de incienso,
a otros labios tus besos de coral
y en otras manos anidan tus golondrinas.

Yo mientras tanto,
en este funámbulo ómnibus
que se balancea sobre el asfalto,
celoso al descubrir
que sí que había alguien
después de mí,

que no solo la corriente
hacía volar tu falda azul.
Hurgué en el bolsillo
de mi bluyín,
no llegando a alcanzar más
que el billete agujereado
por el que se nos exilió

la juventud.


Autor: Miguel Hernández Pindado

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