No logro encaramarme
a tus ojos enramados
de carrusel.
Un búho ulula
cerradas úes que en la noche
sobre tu almohada se
derraman
y abriéndose al amanecer
como crisálidas nacen
golondrinas que cuelgan sus
nidos
en tus párpados.
Sueñan migrar a tus sueños
a través de tus ventanas,
relampaguean colibríes,
se acurrucan las tórtolas,
aventa el trino de la
alondra
alegrías de tristezas en tu
mirada,
los pavos abanican tus iris
de enamorada.
Tus ojos cetreros que han
cazado mis ojos
y a mi pájaro azul han
enjaulado
entre tus vítreos huesos,
a cientos de pájaros
esparcen migajas.
El avestruz se ahonda en tu
pupila
y la argentada estela de los
cisnes
tus arboladas aguas apacigua
sedimentando mañana
gaviotas.
Trepé enredándome más y
más
y por fin alcancé tu
mirada.
Ya no era como antes.
Era vacía y oscura,
estaba muerta.
Eran cuervos que picaban
dos enormes ataúdes
dos abiertas cuencas.
Autor: Miguel Hernández Pindado.