Pongo sobre la mesa
una tierra empozada
de lágrimas de alquitrán,
unos cirros negros de tormenta
que no descargan.
una tierra empozada
de lágrimas de alquitrán,
unos cirros negros de tormenta
que no descargan.
Trinchera de disparos cobardes
que se agazapan,
besos con métodos anticonceptivos,
posos de un vino añejo
enjaulados en copas,
que se agazapan,
besos con métodos anticonceptivos,
posos de un vino añejo
enjaulados en copas,
y un abrazo de una venus
amputada y páginas de un libro
en braile para unas manos invidentes.
Pupilas de virgen mirada,
amputada y páginas de un libro
en braile para unas manos invidentes.
Pupilas de virgen mirada,
oasis seco,
ajedrez despiezado,
dosis sin venas,
melodía insostenible
sin bemoles.
ajedrez despiezado,
dosis sin venas,
melodía insostenible
sin bemoles.
Y así entonces
si no bebes tu vino,
si no lloras tus lágrimas,
si tus cielos no llueven,
si no inmolan tus balas.
si no bebes tu vino,
si no lloras tus lágrimas,
si tus cielos no llueven,
si no inmolan tus balas.
Si no fecundan tus besos,
si no lees tus palabras,
si tus ojos no penetran,
si solo te sacian los espejismos
si tu alma no se ama...
si no lees tus palabras,
si tus ojos no penetran,
si solo te sacian los espejismos
si tu alma no se ama...
Jamás nadie la amará
ni estará jamás enamorada
ni estará jamás enamorada
Autor: Miguel Hernández Pindado
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