jueves, 20 de marzo de 2014

Yesterday

En la barra del bar de mi nostalgia
he visto al futuro
bajar por mi garganta.
Es verdad que ayuda
a pasar la carraspera del pasado.

Soledad, la camarera, despacha las horas
sin hielos y muy despacio.
El ayer da vueltas
a treinta y tres revoluciones.
Todavía puedo escucharlo
tras el último acorde.

Mientras, mesas y taburetes se vacían,
y en mi cabeza solo permanece Soledad.
Dos de la mañana,
me quedo sorprendido
cuando se decide a hablarme.
Con la bayeta en la mano,
escurre sus dudas
y me sugiere un trato:

¿Qué tal la última
a cambio de un beso?

Tímida y triste
hija de minero,
tenía los ojos negros en hulla
y los besos como el grisú.

Yendo hacia la puerta
descolgué un hasta mañana

Sin saber cómo
me encontré tumbado en la cama.
Zozobraba como barco a la deriva,
cuando sin percatarme,
 naufragué en el sueño.

Entonces, la bofetada del despertador,
y el sol
humedeciendo las legañas.

Había vuelto a amanecer
a orillas de la melancolía
arrastrado por la resaca del recuerdo.

No quedaba más remedio
así que esa noche
volví a visitar a Soledad.


Autor: Miguel Hernández Pindado

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